miércoles, 1 de junio de 2016

La Gran Ramera de Babilonia.


Y la mujer estaba vestida de púrpura y de grana, y dorada con oro, y adornada de piedras preciosas y de perlas, teniendo un cáliz de oro en su mano lleno de abominaciones y de la suciedad de su fornicación;

Biblia, 1569, Apocalipsis, 17:4
El Cardenal Primado Antonio Cañizares, encumbrado a las mayores alturas del colegio Cardenalicio por esos dos adalides de la Modernidad que fueron Juan Pablo II y luego Benedicto XVI, se ha colocado desde su nombramiento al frente de la diócesis valenciana en el lugar agusanado que dejó Rouco Varela cuando vio cambiar los aires vaticanos y que sus inversiones en la extrema derecha española -ahora en los tribunales, Ausbanc, Manos Limpias- o sus escarceos con milicias armadas de extrema derecha católica como El Yunque acabarían igual que los Legionarios de Cristo: intervenidos por una ejecutiva técnica desde el Vaticano que eliminó a la cúpula y pasó a tomar el control de las ingentes fortunas que habían acumulado sobre todo en América Latina.
El Cardenal Primado Cañizares ofrece la garantía de titulares y portadas que oscilan entre la estupefacción, el asco, la risa histérica o el puro asombro. También tiene ese puntito que parece convertirlo en el "poli malo" para que Bergoglio parezca el "poli bueno". La que suscribe no se cree nada : Dios ha muerto....¿No oímos todavía el ruído de los sepultureros enterrando a Dios? que decía Nietzsche. O sea, partiendo de que la Iglesia Católica es una estructura ideológica perpetuada en el tiempo sólo por razones políticas y patrimoniales, que hace casi dos milenios dejó de aportar algo relativamente positivo al pensamiento humano (y esto siendo generosas), lo mejor que nos puede suceder es que se extingan escenificando dramáticamente su putrefacción, algo que hacen maravillosamente. De hecho, están muertos pero no se han enterado. Poseen tantas riquezas que se creen vivos. Como hacen cosas de vivos y nadie les informa de cómo se les cae la carne a pedazos, se fingen vivos pero hace siglos que los enterró la Ciencia. Y los enterró la Revolución Francesa, la Rusa, cada política de igualdad que se conquistó derramando tanta sangre. Los derrotó el Feminismo al ser considerada la mujer sujeto de pleno derecho, los enterraron todos los colectivos ofendidos y humillados por la ideología de seres célibes que en un acto de suprema osadía, centraban todo el foco del discurso más manipulador en el control del sexo y la reproducción. Los enterró la humilde píldora anticonceptiva, el aborto y todo tipo de contracepción y anticoncepción
Cañizares es un hooligan de la Contrarreforma. Si Bergoglio pide moderación, él se viste de ramera babilónica envuelta en seda y púrpura. Si parece insinuar que igual se están pasando en el discurso misógino, él pide "desobediencia" ante leyes injustas a su rebaño, esto es, frente a las las leyes que proscriben toda discriminación en razón de sexo o condición sexual. Si el argentino parece no querer entrar en polémicas políticas importantes, Cañizares organiza una misa por la unidad de España el día de la jornada de reflexión ante las generales tras pedir el voto para el PP (el cual, por cierto, ha declarado que es muy libre de decir lo que quiera aunque se han quedado solos apoyando tácitamente esta payasada rancia)
Las feministas, insidiosas como somos y como buenas herederas de las brujas que los ancestros de Cañizares no pudieron quemar, nos hemos hecho cultas a su pesar y queremos lo mismo para el resto de las mujeres. Queremos su extinción para no tener que volver a saber de niños y niñas violados y de violadores ocultados por la curia para seguir ejerciendo su perversidad impunemente, para no tener que leer lo que ya es pura locura cuando no severa discapacidad mental con imágenes de sus caras agusanadas y putrefactas, los queremos barridos de la faz de la Tierra para que el ser humano tenga el derecho de empezar a ser libre sin ser maltratado psicológicamente desde la infancia en la escuela con su adoctrinamiento, los queremos fuera del mundo, del universo. No servís ni para hacer desfiles. Eso, curillas, os lo ganó por la mano Federico Fellini que os conocía tan bien como os conocemos nosotras:

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